Eduardo Galeano y el desafío del pensamiento crítico
La reflexión, la crítica y el
debate político literario, la posibilidad de construir otros parámetros de
comprensión de nuestras vivencias, de lo conceptualmente real, y no de la
teorización imaginaria, ilustrada, con una complejidad verbal que da miedo por
su incomprensión y por la dificultad de pronunciarla.
El desafío fulminante de la
trinchera del periodismo como plataforma de militancia política comprometida
con las grandes mayorías, aquellas que solo han sido contabilizadas en las
urnas, en los jolgorios políticos para llenar grande estadios o extensas calles
e interminables filas; afincadas en los vacíos, en la manipulación, en la
incomprensión de un sistema que por décadas ha tenido como único objetivo el
exterminio de las libertades, de las palabras expuestas en los muros de las
calles con los dedos manchados de tanto grafiti pero con la alegría de haber
conquistados las paredes, o en las tribunas de los sindicatos, en las reuniones
en los centros agrícolas y en las aulas universitarias entre la complicidad de
los libros que van influenciando en la estrategia juvenil que se va delineando
en las nerviosas manos de aquellos sin voz, en la táctica conjunta, colectiva,
dispuesta al cambio; sin intermediarios, sin “vendedores” ni “especialistas” de
la esperanza, asfixiando la voluntad de organizarse, imponiéndoles discursos
ajenos, creándoles agendas mitómanas bajo los esquemas burocráticos de un
listado de participantes que luego tienen que llenar.
América Latina ha desafiado al orden
existente, se ha levantado, se ha movilizado y ha creado un nuevo pensamiento
crítico, alternativo, de un mayor carácter revolucionario a pesar de mas de dos
década de ausencias intelectuales, quienes reorganizaron sus criterios ideológicos
a partide la contra revolución en la Unión Soviética, y terminaron abrazando
durante los noventa las caderas voluminosas de la posmodernidad pacata y
reaccionaria que promulgaba a viva voz el fin de las ideologías y el fin de la
historia. No fueron todos, pero quienes quedaron, cargaron en su lenguaje las
penurias de los desposeídos, de los sin tierra, y se enfrentaron a la
intransigencia intelectual, a la ceguedad política y a la ausencia una
literatura imponente, crítica y reflexiva.
Eduardo Galeano, corresponde a
aquellos que rompieron los prejuicios teóricos, su comprensión revolucionaria
del entorno latinoamericano fue la base fundamental para constituir un nuevo
pensamiento regional y colectivo. Supo crear una defensa solidaria ante el
pueblo oprimido, desde un lenguaje cotidiano, accesible, movilizador y
reflexivo. Desde su condición de escritor comprometido su palabra reivindicó
aquellas miles de voces que fueron calladas.
1989, es el año del fin de la
historia, un personaje pintoresco de apellido Fukuyama, director delegado del
Cuerpo de Planeamiento de Política del Departamento de Estado de los Estados
Unidos, acuña el término. Desde ahí se comienza a hablar de democracia liberal,
de humanización del capitalismo, que en claros términos no es más que una
máscara del imperialismo para fortalecer su influencia opresora. Paradójicamente
al sur de la frontera, el 27 de febrero de 1989 significaría la primera batalla
contra el neoliberalismo, desde un país altamente petrolero pero con los
índices más altos de pobreza y desigualdad. El Caracazo, aquel sismo político
no solo cambiara la correlación de fuerzas dentro de Venezuela, sino que
plantearía un nuevo rumbo en América
Latina.
Eduardo Galeano, desde los
umbrales del periodismo literario desembocaría sus percepciones en las
conciencias rebeldes de aquella generación, de aquellos que estudiaron
detenidamente “Las venas abiertas de América Latina”, aquellas páginas
reforzarían una criticidad más profunda en torno a la historia de nuestro
continente. La posibilidad de inventar nuevos esquemas entre la ortodoxia
periodística y la enclaustrada literatura rompió los cánones de una literatura “light”,
colonizada; para fortalecer nuestra identidad desde las palabras, de la prosa
contundente, de la textualidad de una lucha constante desde varios frentes que
nuestras posibilidades en tiempos de desesperación han creado.
Quienes nacimos a mediados de los 80, logramos
desde las icónicas anotaciones de los profesores en las clases de literatura,
adentrarnos con dificultad en su obra. A diferencia de quienes que por diversas
circunstancias, nos adentramos en las luchas estudiantiles, con la esperanza
gritando desde el pecho en las calurosas calles de Guayaquil, nos fuimos
formando a base de su pensamiento, a base del estudio riguroso de sus escritos
en las tardes calurosas en el local de la Juventud Comunista.
Crecimos en medio del caos que
atravesaba el país, que no solo era el cambio de un siglo, la crisis social y
política que atravesamos, en medio del descrédito de la política, quedándonos
huérfanos de una literatura que nos represente, pero así mismo inventándolo
todo con aquella esperanza de creer en ese mundo nuevo que Galeano miraba desde
el horizontes de sus palabras.
Eduardo Galeano y el desafío del pensamiento crítico
Reviewed by Miguel Cantos
on
mayo 20, 2015
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