Eloy Alfaro y el despertar popular
Eloy
Alfaro y el despertar popular
Miguel
Cantos DÃaz
Los hechos que ocurrieron el 28
de enero de 1912 con el asesinato de Alfaro y sus tenientes, no impidieron que suideario
y proyección histórica,continúe en las luchas y reivindicaciones del pueblo
ecuatoriano. El alfarismo, ala radical del liberalismo, sabÃa que la revolución
tal como lo dice José Peralta: “si no se redime al indio, no podrá ser
terminada” comienza a debatir sobre la necesidad de luchar por un cambio en la
tenencia de la tierra. Posterior a 1912, hay una sucesión de gobiernos
plutocráticos, con unacomposición de clase concertadaentre la burguesÃa
guayaquileña y los sectores terratenientes de la sierra, cuyas fuerzas, que
apoyan estos gobiernos, fueron quienes organizaron la masacre de El Ejido.
Leonidas Plaza, vinculado a sectores
gamonales de la sierra,o, Baquerizo Moreno, José Luis Tamayo yGonzalo Córdova,
fueron presidentes impuestos por la banca, mediante fraude electoral y
negociaciones comerciales, que una vez en el poder, explotaron cada vez al
pueblo, creando una tiranÃa agrÃcola quedoblegó toda aspiración popular de
crear una verdadera democracia.
Pero el pueblo, como una marejada, se levanta
en medio de la angustia y la explotación, como una masa colérica, rebelde,
implacable, insurgente; los indÃgenas y la clase obrera vanguardizan la lucha
durante décadas. Entre 1913 y 1916, desde Esmeraldas, se organizó un movimiento
revolucionario de grandes proporciones, dirigido por Carlos Concha Torres,
viejo alfarista radical, que con machete en mano, movilizó a las montoneras
para luchar contra la tiranÃa Placista. Consecutivamente las sublevaciones en
varias partes del paÃs se intensifican: en 1913 los comuneros de Chillanes en
la provincia de BolÃvar; en 1914, el
levantamiento indÃgena por la entrega de las tierras de las haciendas Quinua
Corral y Espino; los levantamientos indÃgenas de 1916 en San Felipe del Cantón
Latacunga que terminó con la masacre de una veintena de indÃgenas; la sublevación
indÃgena de 1920, en la provincia del
Azuay, en varias comunidades como Quingeo, Sitcay, Sinicay, entre otras,
quienes intenta tomarse la ciudad de Cuenca siendo posteriormente masacrados;
los levantamiento indÃgenas de 1923, en Sinincay, en Pichuibuela, en Urcuquà y
en Leito, siendo esta última, una de las más cruentas matanzas, tal como lo
cita Oswaldo Albornoz a Efrén Reyes, en su obra “Del Crimen del Ejido a la
Revolución de 1925”.
Pedro Saad Niyaim, en uno de sus primeros
trabajos denominado “El Ecuador y la Guerra” en 1943, señalaba que “Nuevamente el pueblo marcha detrás de un jefe que ha vivido con él,
que es la expresión humana de sus anhelos y de sus ideales. Nuevamente, marchan
los hombres de Guayaquil, los campesinos de la costa, los indios con sus
coroneles y generales, marchan esta vez tras Alfaro, hacia la revolución
liberal, creyendo encontrar en ella la liberación definitiva, la liberación que
pudo haber venido y no vino, porque otra vez el encomendero emboscado en los
riscos andinos y en los bosques tropicales, apoderándose de la revolución,
detiene su marcha, la desvÃa, y deja para nosotros la gran tarea histórica de
continuar esa revolución y de llevarla hasta el fin”.
La revolución liberal traerÃa consigo una
influencia ideológica determinante en el naciente movimiento obrero, una parte
de sus cuadros polÃticos formaban parte de algunas sociedades gremiales de
trabajadores, como colaboradores o miembros de la misma. De igual forma para el
triunfo de la revolución en 1895, Alfaro recibe el sustento polÃtico no de la
burguesÃa comercial, sino de los trabajadores de la costa, quienes lo imponen
como Jefe Supremo y quienes mantienen una movilización constante y
revolucionaria, a tal punto que el Viejo Luchador fomentarÃa su organizacióndurante
sus años en el poder.
Luego de la hoguera bárbara, la naciente clase
obrera ve que la revolución ha sido truncada, es una época de confusiones
ideológicas, de titubeos con el anarquismo, de fuertes luchas a nivel nacional,
la clase obrera busca un camino para avanzar, y no es hasta el 15 de noviembre
de 1922, el primer baño de sangre del proletariado ecuatoriano, en que
comprenden su papel histórico y que el único camino es el Socialismo.
Durante estos años el creciente movimiento
obrero viene luchando incansablemente por mejores condiciones de vida, tal es
el caso del movimiento de la Sociedad de Carpinteros de Guayaquil y la sociedad
Hijos del Vulcano, quienes pelean por implantar las ocho horas de trabajo en
1913, la cual en 1916 serÃa implementada legalmente; en 1917 en Quito, la
huelga de los operarios de sastrerÃas por la elevación de salarios; en 1918 la
huelga de los mineros de Zaruma por el alza de los salarios; o, la huelga de
los obreros de las minas de Portovelo en 1919, quienes exigen el cumplimiento
de la jornada de ocho horas.
Ese descontento popular influenció también en
las filas del ejército, que en 1925, jóvenes
oficiales provenientes de una liga secreta con ideas cercanas al
socialismo, provocan un golpe militar, tomándose
el poder del Estado y creando las condiciones para impulsar leyes a favor de
los trabajadores, como la Ley de trabajo de mujeres y menores y de protección a
la maternidad, la Ley de contrato Individual de trabajo o la Ley de duración
máxima de la jornada de trabajo y descanso semanal. A pesar de estos avances y
reformas sociales, este intento de revolución
es detenido por sectores derivados de la banca y aristocracia serrana que se
incrustan en el poder y provocansu retroceso.
En tales circunstancias que vive el paÃs,
nace en 1926 el Partido Socialista Ecuatoriano, que en 1931 se denominarÃa
Partido Comunista del Ecuador, siendo esta la primera vanguardia de la clase
obrera con una plena conciencia de transformación, muchos de ellosprovendrÃan
de las viejas huestes alfaristas, que influenciados del marxismo y con el
compromiso de cambio que propugnara Alfaro, optaronpor una vÃa más radical.
A pesar que en el transcurso de los años el
partido liberal entró en un contubernio polÃtico con sus antiguos enemigos los
conservadores, y toda una sucesión de presidentes liberales, el pensamiento de
Alfaro se iba quedando para la postergación, el liberalismo dejó de
reivindicarlo. No fue sino de la investigación de ElÃas Muñoz Vicuña, joven
historiador comunista, miembro de la dirección del PCE, quien decide recuperar
la memoria del viejo luchador, publicando en 1955 “Obras escogidas de Eloy
Alfaro”, constituyéndose un fuerte empeño por recuperar no solo su figura sino
el legado de lucha para de forjar una verdadera patria. Han transcurrido ya
casi medio siglo desde la muerte de Alfaro, y el despertar popular se ha
intensificado, este texto es solo una breve descripción de esa lucha, lo que
vendrÃa después aún está por contar.
Eloy Alfaro y el despertar popular
Reviewed by Miguel Cantos
on
febrero 01, 2014
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