• Apr 11, 2025

CON MI MUERTE VUELVO A TÍ, A TU POLVO, ENAMORADO...

En la brecha desnuda de la tierra desapareces, y sin tejer palabras te busco en los libros. Te has ido, y aunque nunca completé tus lecturas en mi memoria, te siento cerca. Siento esa pesadumbre y el temor que nos invade cuando alguien nos deja.

Mi mente sucumbe; la memoria nos engaña, y las palabras cuesta tanto que salgan. No sé en qué instante caí en el mar de la literatura. Sigo siendo un simple lector que se parte el alma al intentar escribir. Pero sé que, en las pocas lecturas que conseguí de ti, hallé cierto rumbo en mi búsqueda. Me fui adentrando cada día más en la historia de la literatura o, quizás, en la literatura de la historia. Te conocí en tu adolescencia, en tu breve militancia en el Partido Comunista y en esas diferencias contextuales que definieron tu horizonte.

Super de ti. De cuando visitabas a Joaquín Gallegos Lara y, años después, cuando su presencia desapareció, regresaste a ese santuario intacto de convicción y esperanza. En esas cuatro paredes, la subversión de un centauro envolvió a tu generación y luego a la mía, esta maldita generación. También supe que conversaste con doña Enma y que ella te dio algunos textos incompletos de Joaquín. Siempre tuve la curiosidad de preguntarte dónde estaban. Quise hacerlo en Quito, aunque nunca lo hice. Cuando por fin me decidí a buscarte y estaba por preguntarle a Pedro Saad Herrería tu dirección para ir tras de ti la próxima vez que volviera el frío, te fuiste. (No sé por qué, pero lo mismo me pasó con Tránsito.)

Quería, a través de tus palabras, volver a ver el rostro de Joaco. Saber por qué escribiste esa novela intensa y desgarradora que perturbó mi conciencia durante meses: Entre Marx y una mujer desnuda . Me cautivó tanto que llegué a pensar que era la propia vida de Gallegos Lara impregnada en tinta en esas páginas. Ese tal Gálvez... cuantas veces sentí su presencia y las ganas eternas de reprocharle lo que insinuaba.

Ay, Margaramaría, no sabes cuánto te odié y me enamoré de ti. Siento que ese odio se está extinguiendo, quizás porque nunca supe cómo llamarte: ¿Margaramaría o Nela? Jorgenrique, cuánto me confundiste. Luego supe parte de la verdad, esa verdad que en su penúltima letra lleva una mancha de mentira, y que, dependiendo del tiempo, influye o no en la conciencia. ¿Y qué crees? Las dudas aumentaron, aunque me quedó claro que hay una parte de la historia que nadie quiere contar —o que no les da la maldita gana de recordar—, y eso a veces me obliga a cegarme en el silencio.

Sin cegarme en estas líneas, la perennidad de esta tierra y su historia está en tu obra. Ya vendrán los desenfocados homenajes, las despedidas oficiales, extraoficiales y sin oficiales. Pero el mejor homenaje que se le puede dar a quien escribió por la Patria Grande, por sus sueños y conquistas, es leerlo. Leerlo en cada roja letra que taladra los libros. Releerlo en este país donde casi nadie lee, donde nos inundan de porquerías extranjeras, de novelitas de amores y supuestos testimonios de autosuperación. Leerlo en esta tierra donde la educación se derrumba por culpa de unos cuantos oportunistas que se cobijan en banderas de izquierda, donde los niños tienen sed de conocer, y donde las esperanzas rompen esa absurda utopía.

¿Qué más te puedo decir...? Solo que hoy empiezo a leerte otra vez.



CON MI MUERTE VUELVO A TÍ, A TU POLVO, ENAMORADO... CON MI MUERTE VUELVO A TÍ, A TU POLVO, ENAMORADO... Reviewed by Miguel Cantos on julio 07, 2009 Rating: 5

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